Una noche divertida
Emma estaba planeando una acogedora despedida de soltera, justo lo que necesitaba para relajarme. “Vamos a divertirnos”, dijo con un brillo juguetón en los ojos y una chispa traviesa en la mirada. La velada empezó con risas interminables, historias sinceras de amigos y juegos tontos que nos hicieron doblarnos de risa. A medida que avanzaba la velada, sentí que se me quitaba el peso del estrés y que lo sustituía la calidez de la alegría y la conexión. Fue un hermoso recordatorio del amor y el apoyo que me rodeaban. Emma era, sin duda, una auténtica joya.

Una velada divertida
Falta, pero no falta
Aunque me reía, no podía quitarme de la cabeza la ausencia de mis padres. “Volverán”, dijo Emma con voz firme y me dio unas palmaditas reconfortantes en la espalda. Para escapar del dolor, me enterré en los preparativos de la boda y volqué toda mi energía en cada pequeño detalle. Me centré en la alegría que me esperaba y busqué refugio. Pero Emma tenía razón. Rodeada de amigos y seres queridos, me di cuenta de que la familia no siempre se define por la sangre: son las personas que te apoyan y se quedan a tu lado.

Echada de menos, pero no desaparecida