Una ceremonia preciosa
El gran día empezó como un sueño. Cuando empezó la ceremonia, mis nervios desaparecieron en cuanto Tom me cogió la mano. “Estás increíble”, susurró, con los ojos brillantes de calidez. Una música suave llenaba el ambiente y el amor de la gente que nos rodeaba era casi palpable. Cuando pronunciamos nuestros votos, fue como si el tiempo se detuviera: nuestros votos se sellaron en presencia de nuestros seres queridos. No podía dejar de sonreír, estaba tan envuelta en la magia del momento.

Una ceremonia preciosa
La gran revelación
Cuando empezaron los brindis, supe que había llegado el momento de revelar la sorpresa. Me levanté y respiré hondo para tranquilizarme. “Gracias a todos por estar aquí”, empecé, con la voz ligeramente temblorosa. Me volví hacia Emma y la saludé con una rápida inclinación de cabeza. Ella pulsó el play en la grabación que yo había preparado cuidadosamente. La sala se quedó en silencio y la expectación brilló en cada par de ojos. Voces familiares llenaron la habitación: risas, charlas, calidez. Miré a Tom y le sostuve la mirada. Era el momento que había estado esperando.

La gran revelación