El final de la noche
Cuando la velada llegaba a su fin, Tom y yo permanecíamos juntos, cogidos de la mano. La habitación zumbaba de alegría y las risas flotaban en el aire como una melodía familiar y entrañable. “No puedo creer que se haya acabado”, dijo, con los ojos todavía brillantes de emoción. “Aún no ha terminado”, le contesté, sonriendo y mirándole. Nos quedamos allí, rodeados del calor del amor y del suave resplandor de la gratitud, saboreando cada momento precioso con las personas que realmente nos importaban.

Cerrando la noche
El cálido abrazo de Emma
Emma me estrechó en un fuerte abrazo, su voz era un suave susurro en mi oído: “Lo has conseguido. Así es la verdadera amistad” Sus palabras fueron como un bálsamo y ahuyentaron suavemente los últimos rastros de inseguridad. Rodeada de nuestras amigas, me sentí abrumada por un vínculo que el dinero no puede comprar: una conexión mucho más profunda, mucho más rica. Su presencia me confirmó que habíamos conseguido algo importante juntos. Estas amistades eran nuestros mayores tesoros, tejidas con cuidado y afecto, llenando cada momento de fuerza y alegría.

El cálido abrazo de Emma