Ethan Harper, un experimentado biólogo marino, estaba inmerso en la documentación de la vida submarina cerca de un arrecife de coral cuando, inesperadamente, una enorme ballena se lo tragó en un acto brusco. Su equipo, con los rostros paralizados por el horror, no pudo hacer nada mientras el gigantesco mamífero cerraba la boca. Minutos después, Ethan salió del agua, jadeante, e hizo una asombrosa revelación que dejó atónitos y pálidos a todos los que le rodeaban.

Una ballena devoró a un submarinista, y la razón dejó a todos sin habla.
Inclinándose hacia la superficie
“¡No te vas a creer lo que he visto ahí abajo!”, exclamó Ethan, en cuanto consiguió recuperar el aliento. Extrañamente, parecía más excitado que asustado, a pesar de que acababa de ser engullido por una ballena. “¡Dios mío! ¿Estás bien?”, preguntó su compañero, visiblemente preocupado. Todos estaban más concentrados en asegurarse de que Ethan estaba a salvo, lo cual era comprensible dado lo que acababan de presenciar: que se lo tragara vivo un animal colosal.

Inclinándose hacia la superficie