Rumores en el restaurante
Buscando un breve respiro de la tensión en casa, Erika se dirigió al restaurante local, con la esperanza de encontrar algo de alivio a la normalidad de la rutina de la ciudad. Sin embargo, nada más entrar, se vio envuelta de inmediato en las animadas conversaciones de los clientes, que volvían a hablar de su propiedad. “Sin duda está relacionada con algún antiguo misterio de la ciudad”, dijo uno de los comensales, con aire conspirador. A Erika le dio un vuelco el corazón. Aquellas historias sin fundamento, por absurdas que fueran, sólo servían para alimentar su creciente inquietud. El agujero ya no era sólo un vacío en el suelo: se había convertido en un abismo invisible que succionaba la paz de su vida, una fuente constante de especulaciones, miedo e incertidumbre.

Rumores en el restaurante
Preguntas sin respuesta
Aquella noche, Mark y Erika se sentaron juntos en el silencio del salón, envueltos en la atmósfera pesada y opresiva que se arrastraba desde el comienzo de aquella extraña saga. “¿Por qué no nos dicen nada?”, preguntó Erika, con la voz llena de frustración y angustia. Mark, igual de agotado y aprensivo, pero intentando mantener cierta firmeza, replicó suavemente: “Tenemos que mantenernos fuertes, por nosotros y por los niños” Se cogieron de la mano, buscando consuelo el uno en el otro, unidos por la incertidumbre y el misterio cada vez más denso del sumidero, ese abismo que tan bruscamente había puesto patas arriba la paz y la previsibilidad de sus vidas.

Preguntas sin respuesta